Fractura de Rótula (Rodilla)
Son las fracturas mas frecuentes que se producen en la rodilla. En la rótula se inserta la potente musculatura extensora del cuádriceps, lo que hace que en la gran mayoría de los casos se trata de fracturas desplazadas por la tracción de este músculo y que casi siempre requieran de una cirugía para su tratamiento. Se pueden producir en casi cualquier deporte por caídas en las que se produce una fuerte contracción del cuádriceps (mecanismos indirecto) o sobre un traumatismo directo en la rodilla (mecanismo directo). El paciente notará inmediatamente una incapacidad para extender la rodilla. En los mecanismos directos en los que observamos una línea en la radiografía, es importante descartar que no se trate de una rótula bipartita (variante anatómica del desarrollo), que en ocasiones se confunden con una fractura. En la imagen os muestro una paciente que sufrió una fractura de rótula tras caerse al meter el pié en un socavón. Le intervinimos utilizando un cerclaje para tratar la fractura que retiramos pasados 3 meses de la fractura.
La fijación quirúrgica se hace con una pequeña incisión sobre la rótula, utilizando en la mayor parte de los casos un sistema de tensión que denominamos cerclaje u obenque. El cerclaje permite enviar a la rótula suaves compresiones que aceleran la curación de la fractura. Habitualmente este sistema es metálico, si bien se pueden utilizar suturas especiales de tensión para su reparación. El incoveniente de esta fijación, cuando utilizamos metal, es que durante los 3-4 meses que debemos llevarlo hasta que lo retiramos (en una segunda cirugía) suele molestar bastante en la piel de la rodilla, al ser la rótula un hueso tan superficial.
Fractura de Meseta Tibial (Rodilla)
Estas fracturas se suelen producir tras traumatismos de alta energía, como caidas de esquí, en las que la inercia del peso corporal «hunde» la parte proximal de la tibia. Esta parte de la tibia es la que forma la rodilla y articula con el fémur, y aunque esta preparada para soportar muy altas cargas, en estas fracturas fracasa ante las fuerzas de angulación y rotación que recibe. Con mayor frecuencia afectan a la parte externa de la meseta tibial (mecanismo de valgo), si bien en fracturas graves pueden hundirse ambas mesetas, y en mecanismos de rotación interna puede fracturarse la región posteromedial. En líneas generales se trata de fracturas graves, ya que el hundimiento de una zona articular de una articulación de carga como es la rodilla, aumenta el riesgo futuro de desarrollar artrosis. Es por ello que casi siempre son fracturas quirúrgicas, como la que os muestro en la imagen, de una compañera médico de 35 años que operamos hace 2 años tras un accidente de esquí (mecanismo rotatorio).
En la cirugía debemos reconstruir de manera precisa la forma de la tibia para preservar la movilidad articular y salvar el cartílago de la rodilla de una degeneración precoz que haga necesitar una prótesis de rodilla en el medio-largo plazo. En la intervención quirúrgica utilizamos placa especiales de meseta tibial además de injerto de hueso para rellenar el espacio colapsado dentro de la meseta. Es muy importante descartar lesiones menisco-ligamentosas asociadas y tratarlas si existen. Al ser una fractura articular la fijación estable es de vital importancia para comenzar en los primeros días la movilización pasiva de la articulación.
Fractura de Tibia (Mitad de Tibia o Diáfisis)
La fractura de la parte media de la tibia (fuera de la articulaciones de la rodilla y el tobillo) se produce por caídas o traumatismos de alta energía. En un primer momento causan un gran dolor e impresión para el paciente al acompañarse de una deformidad inmediata de la pierna. Si bien pueden parecer una lesión muy grave, pueden tener un pronóstico sin secuelas si se consigue una consolidación con un tratamiento adecuado. De hecho en líneas generales son fracturas menos graves que otras articulares como las fracturas de meseta tibial.
El principal riesgo que presentan las fracturas de la tibia en esta región anatómica es el retardo en la curación, o incluso que esta no llegue a producirse. Esto es debido a que el aporte de sangre a través de los músculos es muy escaso en esta región. Es por ello que en este tipo de fracturas se llevan años investigando el uso de factores de crecimiento del hueso para estimular/adelantar la curación, ya que en general, estos plazos son mayores en comparación con otros huesos. Debido a que es un hueso de carga y por lo tanto no va a tolerar desviaciones, rotaciones ni angulaciones en su curación, el tratamiento es casi siempre quirúrgico.
Gracias al desarrollo de los sistemas de enclavado tibial se puede corregir la deformidad y fijar la fractura utilizando un clavo, que pese a lo sencillo de su palabra, realmente es un sistema de andamiaje. Este enclavado se realiza con control de rayos en una mesa de tracción a través de 3-4 pequeñas incisiones (de 1 a 5 cm). En función de la estabilidad conseguida se os permite apoyar la pierna con ayuda de muletas desde el principio o tras un periodo de 3-4 semanas de descarga.